Isabel I, Reina by Luis Suárez Fernández

Isabel I, Reina by Luis Suárez Fernández

autor:Luis Suárez Fernández [Suárez Fernández, Luis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2000-01-01T05:00:00+00:00


Al fin, Granada

En opinión de los reyes, la guerra había terminado. Así lo anunciaron en carta a las ciudades del reino, en enero de 1490: «después de muchas fatigas, trabajos y gastos, ha placido a la Missericordia de Nuestro Señor, dar fin a la guerra del reino de Granada». Faltaba únicamente que, en cumplimiento de los acuerdos firmados, Boabdil hiciera entrega de la capital y su entorno recibiendo a cambio los señoríos que se le prometieran. En fecha tan avanzada como el 8 de noviembre de 1489 el Rey Chico había remitido a Isabel una carta en términos tan humildes que no parecía que pudieran provocarse dificultades al respecto. Inmediatamente después el conde de Tendilla hizo un viaje a Granada para recordarle sus obligaciones.

Pero la posición de Abû Abd ’Allâh, que seguía titulándose ’amir y ostentaba ahora la única autoridad en el reino, no era cómoda. Granada era el último refugio para fugitivos de otras partes que clamaban en favor de una resistencia hasta el extremo; de modo que si los pactos secretos por él concertados se hiciesen públicos, era previsible una reacción violenta en su contra. Envió a el-Muleh a conversar con los reyes acerca de la ejecución de los contratos y éste regresó antes del 18 de enero de 1490 llevando en su compañía a Gonzalo Fernández y a Martín de Alarcón, esto es, los dos capitanes que mandaran tropas enviadas en su auxilio. Boabdil argumentaría luego que había comprendido que Fernando e Isabel no estaban dispuestos a cumplir las condiciones pactadas porque Gonzalo Fernández, para prevenir una revuelta en las Alpujarras, se había adelantado a ocupar las fortalezas de Mondéjar y Alhendín, que se habían señalado como parte de la reserva musulmana.[78]

A mediados de febrero de 1490, los reyes, convencidos de que no iba a efectuarse la pacífica entrega, comenzaron a tomar disposiciones para una gran operación de cerco, que aún habría de retenerles por casi dos años. Diego López Pacheco, marqués de Villena, fue nombrado capitán general para la operación y el propio rey hizo una entrada por la Vega —«sus banderas traen tendidas, puestas a son de batalla»— para demostrar que no iba a cejar en el empeño. Cumpliendo sus deberes de vasallaje, el Zagal cooperó en la operación, aunque de manera simbólica. Boabdil recurrió a un plan de guerra que no carecía de lógica, aunque era ya demasiado tarde: provocar una sublevación de todos los recalcitrantes, hacer correr la violencia hasta llegar al mar y, en último extremo, reclamar de los príncipes musulmanes del norte de África el envío de refuerzos. De este modo, si era preciso negociar podría hacerlo desde posiciones sólidas.

Todo se redujo a un alarde de gallardía y, finalmente, a una oportunidad para demostrar, después de tantas debilidades, que también él era capaz de hacer frente a la adversidad con las armas en la mano. Inició su ofensiva en julio de 1490 destruyendo, ante todo, la reserva que se concediera al Zagal; así se apoderó de Lanjarón, Lecrin y Andarax. Fue



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